LA SANGRE NO ES AGUA
En un día como el de ayer, hace 80 años, comenzó
la guerra civil española y la conmemoración de esta tragedia me remite a mi tía
Lili, la hermana mayor de mi papá.
Yo no la conocí porque murió siendo joven aún, antes de que yo
naciera. Entró a mi memoria como la tía Lili, la que cosía los birretes para
los soldados de la República. Me gusta
pensarla hermosa como a la Carmela de la canción aunque de ojos claros. Por más
que lo intento, no puedo ver ojos oscuros en su cara.
¿Por qué mi tía Lili hacía esa tarea? ¿Habrá sido
porque el apellido que llevamos debió cruzar
el Atlántico alguna vez? ¿Cómo se enteraba de las noticias si vivía en un pueblo
sin luz, sin radio, rodeado de monte a
miles de kilómetros de distancia? ¿Cómo es que tenía dentro de sí esa comprometida
determinación para aportar su esfuerzo y
así ayudar a que los buenos ganen la guerra?
No lo sé y ya no tengo a quien preguntarle. En la
familia se hablaba de lo que hacía pero no el por qué o el cómo y se la recordaba
siempre peleando por las causas justas con total convicción.
La sangre no es agua, dicen, ¿será por eso que no
necesito andar explicando a qué lado pertenezco?
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