viernes, 30 de septiembre de 2011
CON PROMESA DE FUTURO
SEPTIEMBRE, UN MES CON HISTORIA
Septiembre es un mes que tiene muy buena prensa en el hemisferio sur con la que no acordamos demasiado aunque es verdad que, transcurridas sus tres cuartas partes, comienza la primavera que para nada significa que toda la belleza del universo se nos cae encima de repente.
¡De ninguna manera! Los días de septiembre son caóticos, de vientos encontrados, reciben el cambio en medio de tremendas convulsiones, tanto hace calor como se viene un frío para hacer tornillos y, también, llenan los patios de pájaros que buscan gusanillos y los jardines de flores a punto de nacer .
Septiembre es así de contradictorio porque también es el mes que trajo consigo, más de una vez, lo más terrible que debió aprender el continente por la fuerza y a los golpes en ese siglo XX nacido de las tormentas.
Hubo septiembres que enterraron el poder de la razón, marchitaron los proyectos de la patria para los derrocados, los proscriptos, los perseguidos del ‘30 y del ’55, nos arrebataron – en el ’73 - a Salvador Allende, a Neruda y a Víctor Jara y arrancaron de la vida, en el ’76, los más hermosos sueños de futuro la noche en que los lápices dejaron de escribir mensajes de amor adolescente.
Y en septiembre llegaron al mundo la Gabriela de Chile y la Chabuca peruana para mostrarnos con certeza poética que se reúnen en una cita eterna el día y la noche, que andan muy juntos el miedo y la flor, que el sol, la luna y el rayo caminan el mismo cielo y tienen poesía la vida y la muerte.
Es la historia que se escribe a porfía y es la memoria más fuerte que el olvido. Ahora, cuando todo ha vuelto a estar en su lugar y la gente a transitar por su rutina, el desencuentro hechizado de abrazos vacíos por la ausencia feroz está siendo conjurado por la justicia.
Ahora nosotros empezamos a despertarnos casi sin darnos cuenta del absurdo que nos había condenado por tanto tiempo a aceptar que ser nadie era nuestro único destino posible y, de una vez y para siempre, queremos apropiarnos del milagro de la palabra que nos permite pensar, decir, analizar, criticar, juzgar, comunicar, conversar, exponer ideas, discernir, defender la opinión y la creencia para no seguir repitiendo eternamente las palabras que otros nos ponen en la boca.
Este legado de amor que se llama democracia marcha sin prisa pero sin pausa hacia las tres décadas y cada año desde que comenzó, los septiembres nos entibian los días suscitando en los pueblos la voluntad de elegir el camino que los convierta – al cabo de los años – en pueblos dignos porque son pueblos libres.
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